Años de Blues
Mucho
tienen que ver, el Blues, el Tango y la Fotografía. En todos se hace presente
la nostalgia, la evocación, y también el recuerdo. Con cualquiera de las tres
primeras se puede reconstruir una historia.
La
fotografía me despertó curiosidad desde siempre, pero fue en 1996 cuando
cursaba segundo o tercer año de Diseño Industrial en la U.B.A. que un ocasional
cuñado me llevó a probar un taller en la Escuela Argentina de Fotografía.
Me
compré una Canon T90 Reflex para probar, investigar y experimentar. Al año
siguiente y después de muchos rollos, ya estaba sacando fotos en un recital de
la Mississippi.
Habían
venido a tocar al Pabellón III de la F.A.D.U. para cerrar la Semana del
Estudiante, cinco días con recitales, desfiles, muestras, intervenciones de
todas las disciplinas de diseño que se dictan en esa facultad.
Ese
viernes a la tarde cursé Historia del Diseño de 19 a 21.
Como
el nombre de la banda que cerraba la semana se conocía solamente el día del
show, ni bien me enteré salí corriendo con el auto hasta mi casa a buscar la
cámara y el equipo completo, lentes, flashes, pilas, todo lo que llevaba en el
bolso.
Estacioné
donde pude, corrí hasta el hall de planta baja. El escenario, armado de
espaldas a los ascensores del lado Lugones, aguardaba a la mejor banda de Blues
de la Argentina con una luz puntual sobre cada instrumento. Cargué la cámara y
me encontré con unos amigos en la baranda del primer piso. El patio estaba tan
oscuro y lleno como nunca lo habíamos visto, no había espacio entre una persona
y otra, que saltaban haciendo vibrar el hormigón.
Durante
todo el recital saque casi dos rollos, uno de 36 y el otro sin terminar. Muchas
de carácter experimental que, obviamente, no salieron. Otras, las menos, muy
buenas.
Al
finalizar, busqué una mesa para desarmar y guardar el equipo en el bolso. Perder
las tapitas de los lentes es condenarlos a muerte por cualquier rayón.
Preocupado por la seguridad le pedí a Juan Quick, un amigo de cursada, que me
acompañara para estar mas tranquilo. En ese momento sentí una voz ronca que se
me acercó por detrás y me dice: “Pibe vos las fotos las vendes?” (o algo así
pude entender) y nervioso por la vulnerabilidad de la situación de guardado le
dije que no, sin siquiera mirarlo.
Al
instante se me acerca Juan y me dice: “¡Boludo!, ¡Era Ricardo Tapia!, ¿Qué le
dijiste?”.
El
mismísimo cantante se había acercado a hablarme a mí, un simple mortal,
estudiante de todo, que por prejuicio le había cortado el rostro. Me sentí muy
mal, lo fui a buscar y me disculpé. Le dejé mi número para ofrecerle los
negativos, pero ya no los quería. Sin embargo accedió a sacarse una foto
conmigo. Armé cualquier lente y Juan retrató el momento.
Pasaron
15 años y nunca mas volví a encontrarme con el músico. Pero la vida cruza los
caminos, así como en el mítico Crossroads, esa encrucijada donde el guitarrista
le vende el alma al diablo.
La
suerte quiso que lo vuelva a ver, fue en Junio de 2012, en el cierre de la
Semana de la Música, evento anual que se celebraba en la Escuela ETER, donde
cursaba el tercero y último año de Técnico Superior en Periodismo.
Por haber hecho el seminario de Manejo de
Cámara de Video, además me tocaba filmar y documentar el reportaje en el que el
profesor Alfredo Rosso entrevistaba a Ricardo Tapia. La charla transcurría en
el pequeño patio de la Sede Acevedo, frente al bufet y al ventanal de Radio
Eter, alternando respuestas y canciones que interpretaba solito, en una
banqueta con una guitarra electroacústica de chapa cromada.
Así
que una vez terminado el recital fuimos todos a una oficina para seguir grabando la
nota del Backstage que le hacían unos compañeros de la materia Televisión. Aproveché para mostrarle a Tapia las imágenes tomadas aquella vez en Ciudad
Universitaria, y nos sorprendimos entre risas por las marcas que dejan el paso
de los años. Posamos para una foto nueva, reeditando la anterior, y me
autografió la del 97. Nos despedimos con un gran abrazo, que fuera “hasta la
próxima” y agregó: “Mirá si te tengo que esperar 15 años en la Ruta 2...”.
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